EN BUSCA DE LOS SERES DE LUZ

Atraídas hasta por los fenómenos más sutiles de la naturaleza, las personas son capaces de recorrer varios kilómetros por cielo, mar y tierra.  Muchas veces sin imaginar, que el objetivo principal de la aventura, pronto puede diluirse en el verdadero sentido del viaje; la VIVENCIA.

Para Mari Carmen; una noche intensa de emociones y esperanza para no hundirse en el lago artificial, mientras que para Guil y Luisita; un ejercicio de humildad y recordatorio de la fragilidad humana ante la fuerza de la naturaleza. Alicia era movida por el recuerdo de su abuelo, en tanto Dalia, abrazaba con fuerza su niña interior por cada gota de lluvia y luz que lograba capturar con la mirada.

Viajeros en búsqueda de luciérnagas, narran y comparten aquello que empieza así:

Cierra los ojos

Inhala tres veces profundamente

Escucha el río, las aves, los insectos

¿Cómo te sientes hoy?

Demos gracias 

Prepárate para estar aquí

Ahora sí, estamos listos para el recorrido– les dije al abrir los ojos y romper el círculo que habíamos hecho a la orilla de la presa La Soledad. Era importante reconocer que ante fenómenos naturales, uno nunca sabe con qué se va a topar. Y si bien el objetivo principal era ver la magia de las luciérnagas, el cielo daba señales de que pronto el chaparrón del camino también nos iba a alcanzar. Pues agosto es parte de la temporada de lluvias y este año una de las más esperadas ante un calor y sequía inusual. 

Al caer la tarde, los guías locales se prepararon como cada temporada para remar y atender a los visitantes. Así que nos dividimos en dos embarcaciones de madera, ya que por su tamaño solo permiten llevar a seis personas. 

Alice, Luisita y Maricarmen se fueron con el aprendiz del oficio y de pocas palabras. Mientras que yo, me senté en la proa de la segunda lancha, acompañando a los más jóvenes del grupo y con el guía de más experiencia.

Ese día Vale cumplía ocho añitos, y estoy segura de que jamás lo olvidará. Pues venía acompañada de su padre Ismael, quien la ama y procura siempre su bienestar. Guil y Dalia visitaban este lugar por primera vez, aunque ella ya conocía la región de Tlatlauquitepec. 

Inmediatamente vimos cómo las garzas nocturnas se tornaban muy activas, confirmando así la teoría. Las chicharras no dejaban de estridular en su espacio, el cual mantiene expectante a quien lo visita por primera vez, y un tanto cauteloso a cualquier experimentado de la naturaleza. –¿Será que sí veremos luciérnagas?– pensaba yo.

Para nuestra fortuna y en sintonía con la luna, empezó el suave titileo del bosque que rodea el lago artificial. Y ahí estaban, los diminutos seres de luz, apareciendo lentamente sobre las copas de los árboles.

Sabíamos que este año el número de luciérnagas era mucho menor por el exceso de calor. Tal vez por eso los guías remaban y remaban, cerciorándose de que las viéramos y como si trataran de mantener viva la esperanza de su retorno.

De pronto, tremendos rayos sobre el bosque se dejaron venir, la lluvia apretaba y los estruendos llegaban. Por lo que retornamos hacia el muelle, el cual había quedado atrás hace más de una hora. 

Para nosotros es peor que baje el agua de la presa a que suba– nos comunicaba el guía, quien alertaba a su compañero de las piedras salientes en el agua y poco visibles. Sin poder evitar, que este quedara atrapado en una rama junto con sus tripulantes, y a escasos metros de nosotros. Situación que con justa razón se tornó en un silencio nervioso y quizá de preocupación, el cual fue interrumpido por el llanto inmediato de la más pequeña.

Si quieres yo te ayuda a sacar el agua– propuso Ismael, al percatarse de que el bote empezaba a inundarse también. ¿Y cómo no estar un poco angustiado ante tal fenómeno de la naturaleza? Si estábamos en medio de una lluvia estruendosa, rodeados de agua y en medio de la oscuridad.

Ya no falta mucho, ya casi llegamos– le decían a Vale para calmarla del susto.

Pasados unos minutos y dejándome abrazar por ese sentimiento de insignificancia ante la llamada Madre Naturaleza, noté que el agua ya no me mojaba, sino que me refrescaba y me revitalizaba.

¿Saben cómo me hace sentir esto?– les dije. ¿Cómo?– respondieron ellos. Y como si viniera desde lo mas profundo de mi ser, grité –VIVA, ¡ESTAMOS VIVOS !

En ese momento todos nos contagiamos por ese sentimiento de emoción, y reconocimos que estábamos viviendo una aventura.

El muelle ya se vislumbraba en el horizonte, cuando alcancé a ver una pequeña luz flotante –¡Miren una luciérnaga!

¡Vamos a salvarla!- le dijo el guía a Vale mientras la recogía con su remo –Manténla entre tus manos para que se seque, y al llegar al muelle, tú la habrás salvado.

Vivencias México                                                                                                                                                                                                    
by Alejandra Rojas
Agosto, 2024
Tlatlauquitepec, Puebla

LUCES EN LA TORMENTA

MARÍA DEL CARMEN RODRÍGUEZ ZEPEDA

Finalmente llegó el gran día. Quienes conformamos el grupo «Disfruta la vida» —integrado por mujeres profesionales de la salud, ya jubiladas—, visitaríamos la Presa de la Soledad, colindante al poblado de Tlatlauquitepec, en el estado dePuebla, México. Ahí nos esperaba un espectáculo efímero y asombroso: las luciérnagas y su mágico resplandor; espectáculo que solo es posible disfrutar durante algunas semanas al año. Alejandra, la guía y responsable de esta excursión, manejaba con pericia la camioneta que serpenteaba por la angosta carretera. Dentro del vehículo, todos charlábamos animadamente, sin dejar de poner atención al camino, puesto que, en ocasiones, este era invadido por una lluvia traviesa o por una juguetona neblina.

Algunas rocas que se habían desprendido desde lo alto de la montaña terminaron yaciendo, imperturbables, sobre el camino; claro, habría que sortearlas con cuidado. Al costado derecho, una exuberante vegetación nos deslumbraba. El paisaje, digno de la época Mesozoica desplegaba innumerables matices de verdes. No hubiera sido extraño descubrir, entre los gigantescos helechos, algún curioso pterodáctilo.

Antes de arribar a la presa la naturaleza nos obsequió otro regalo: una caída de agua, una espectacular cascada que producía un intenso estrépito y que nos daba la bienvenida a otro mundo. Agua y más agua; agua por doquier, en movimiento o en la quietud de la presa; agua que, como un imponente espejo, reflejaba a quien deseara asomarse en él.

Tuvimos tiempo de conocer el embarcadero y a las personas que ahí trabajaban. El ambiente y la cercanía entre unos y otros nos llevaron a un momento de comunicación espiritual que nos unió aún más.

Así entonces, nos embarcamos, portando en nuestros cuerpos los imprescindibles salvavidas. El grupo se distribuyó en dos lanchas. En una íbamos las tres amigas del grupo «Disfruta la vida» y una pareja invitada; además, contábamos con la presencia de nuestro remero y capitán, el buen Delfino. En la otra lancha se acomodó el resto de la expedición.

Inició el viaje. Con tranquilidad y expectantes, observamos la estructura y extensión de la presa. Algunos pájaros regresaban a las copas de los árboles o al borde del lago artificial para pernoctar; empezaba a oscurecer. El entorno se llenó de sonidos extraños para nosotros. Las cigarras fueron las primeras que escuchamos. Su canto era intenso y a una sola voz, pese a que, muy seguramente, lo entonaban miles de ellas. El motivo por el que cantan, se dice, es llamar a la lluvia, con la intención de que disminuya el calor. En poco tiempo fuimos testigos del efecto de su canto, pues no tardaría en formarse una gran tormenta.

De pronto, la tonada cambió. Ahora se percibía menos grave y más intensa. El capitán nos dijo que eran grillos. En ese instante comenzó a caer una lluvia ligera. Se cumplió el objetivo del canto de las cigarras.

Poco después, dejó de llover, los grillos callaron y aparecieron en las copas de los árboles, en las márgenes del lago, algunas lucecillas fugaces, débiles y sin orden alguno. Nos alegramos, eran las luciérnagas, el propósito del viaje.

Semejaban luces navideñas. Instantes después, desaparecieron y, luego, volvían a distinguirse de manera intermitente. Aunque fueron pocas —de acuerdo con mis expectativas—, era encantador observarlas. Solo se escuchaba el batir de los remos en el agua. Estábamos en total oscuridad, lo cual, aumentó la fuerza del fugaz destello de las luciérnagas.

Mas poco nos duró tal maravilla. La lluvia regresaría, pertinaz y acompañada de fuerte viento. El temporal era cada vez más intenso, asistido por truenos y relámpagos que iluminaban la superficie del agua. Todos permanecimos en silencio y empapados. De nada sirvieron los impermeables con los que nos habíamos ataviado. La tempestad, incitada por el viento, inundaba la embarcación que solo tenía un menudo techado. Angustiados, cada uno de nosotros lidiaba con sus pensamientos. Súbitamente percibimos un golpe seco, al tiempo que la embarcación se sacudía y quedaba inmóvil. La lancha se había atorado entre dos grandes troncos que sobresalían del agua. Todos nos mantuvimos estáticos, preguntándonos qué hacer y a la espera de lo que indicara nuestro capitán. La otra embarcación se acercó; sus tripulantes nos sugirieron algunas maniobras y pronto estuvimos libres, para seguir navegando.

El agua continuaba cayendo a torrentes y el viento se abría paso para arrojar litros de agua dentro del bote. Habiendo eludido los troncos, Delfino soltó los remos y, con una vasija salvadora, intenta sacar el agua de la embarcación. No nos habíamos dado cuenta de que nuestros pies y tobillos chapoteaban dentro de la barcaza. De inmediato le pedimos que siguiera remando. Yo, que era la más próxima a él, tomé la vasija e inicié la labor de extraer el agua. Los demás no podían ayudar, dado que, si se movían de sus sitios, desbalanceaban la embarcación.

Avanzamos bajo una tormenta, hostigados por los rayos, los truenos y ventarrones. No supe cuánto tiempo transcurrió. Mis brazos terminaron agotados, aunque el esfuerzo invertido fue redituable, al no habernos hundido.

Finalmente, llegamos al puerto. Agradecimos a los remeros su valioso trabajo y emprendimos el largo camino a casa que, a todos, se nos hizo más corto. Las sensaciones y los pensamientos por la experiencia vivida afloraron al igual que el chirriar de los grillos y las cigarras, y la luminosidad de las luciérnagas. También se dice que el canto nocturno de los grillos es un mensaje de esperanza, y que los sonidos constantes evocan estabilidad y continuidad.

Así, empapados, con nuevas vivencias y un gran respeto por la naturaleza, concluyó la aventura de las luciérnagas que se avistan en la Presa de la Soledad. Fue una noche de intensas emociones, de luz, tormenta y esperanza.

María del Carmen Rodríguez Zepeda                                                                                                                          
Agosto, 2024

LUCIÉRNAGAS DE ESPERANZA Y SOLEDAD

DALIA

Son curiosas las coincidencias que nos llevan a compartir un viaje. Semanas antes de esta aventura, en un temazcal, pedí por los proyectos en los que he colaborado, creado y que aún tienen mi corazón. Las coincidencias y mi compañero, me llevaron a un viaje de recuerdos, cosechas y gratitud que no esperaba sucediera tan pronto ¡y que gran regalo!

La soledad fue el preámbulo maravilloso de lo que vendría; las luciérnagas confabularon con su magia, en encuentro de 8 almas… Comenzó la aventura, pedimos permiso, agradecimos y entramos a su santuario.

En medio de la presa, escuchando sus historias, me perdí entre los cerros. Comenzó a llegar la noche con un relato que se me grabó en el corazón: “¿Cuál es el papel de las luciérnagas en el ecosistema” el guía recordaba y nos contaba: “no lo sé, pero para nosotrxs, las luciérnagas hacen que cuidemos este bosque, que protejamos los árboles, el agua, para preservar su existencia…”

Palabras mas o menos, pero la certeza llegó: Las luciérnagas tal vez son el único motivo por el cual este bosque y esta presa existen.

El llanto de agradecimiento y de alegría llegó al ver sus destellos. Imaginando que tal vez antes eran miles, y aunque hoy no lo sean, su brillo lo sentí más profundo, brillo de esperanza, de vida.

Nos volvimos niñxs, cazándolas con la mirada, asombradxs como si fuera la primera vez de descubrirlas. Reímos, nos emocionamos y llegó la tormenta. El trueno retumbó, nos recordó lo insignificantes que somos, y de pronto, en medio del agua, otra luciérnaga que llegó a acompañar a Val y al mismo tiempo a mi niña interna que le teme al caos de la ciudad y que a veces se siente chiquita en la sequía, en la crisis.

Lluvia de esperanza corrió por mis manos y comencé a cantar bajito:

Fluyes en el río agüita Danzas en el ancho mar Tu brillo en la montaña Misterio en la laguna Agüita déjame entrar Agua que corres por mis venas Agua de vida, agua de amor Agua que corres por la tierra Agua de vida, agua de amor

La lluvia se fue apaciguando, aterrizando de la nave siendo niñxs aún, platicando nuestras aventuras, llenxs de lodo y con una sonrisa tan grande que calentaba nuestros cuerpos mojados.

Gracias luciérnagas de esperanza Gracias agüita de la Soledad Gracias compañerxs, hermanxs, del viaje de esta vida. Con amor, Dalia.

Dalia                                                                                                                          
Agosto, 2024

RUMBO AL TLALOCAN

GUILLERMO ORTIZ

Rema, rema, rema que rema…

En alguna parte que bien podría haber sido el corazón de la huasteca poblana, entre los cerros tupidos de vegetación húmeda y vida silvestre, se encuentra una inmensa presa que se dice tiene casi los cien metros de profundidad, y los siete kilómetros de longitud en su segmento más largo. Es la Presa de la Soledad, monumental obra del ingenio humano a la cual se llega después de recorrer un par de horas el camino oscuro y serpenteante que conecta los pueblos de Tlatlauquitepec y Mazatepec. En este último es donde se encuentra la central hidroeléctrica de gigantescos túneles y generadores donde se canaliza el agua del río Tecolutla, que se atrapó en la presa hace décadas para beneficio de la actual civilización Mexica. Los cerros encaramados, las cascadas, la vegetación, el aroma húmedo y el silencio imponente hacen de este un lugar asombroso en sí mismo, y sin embargo, la verdadera magia de este rincón de la serranía radica en que además de todo lo anterior, es también un Santuario de Luciérnagas.

Sí, luciérnagas. Sólo Dios sabe con qué propósito las habrá creado. Quizá tan sólo para darnos el placer de sentirnos entre las estrellas en una noche oscura, normalmente inalcanzables en el firmamento. Pero no se vaya a creer que las luciérnagas están ahí, a un lado del camino al alcance de la mano; no son las estrellas en el firmamento pero se requiere su esfuerzo para encontrarlas, pues tienden a alejarse de las luces artificiales y el barullo que nos reconforta a las personas. Para llegar al santuario nuestro pequeño grupo se dividió en dos, y propulsados por la fuerza de dos remadores expertos y no tan expertos de la región, comenzamos nuestra aventura dispuestos a atravesar la presa en toda su longitud a los espacios y recovecos más oscuros, donde seguro sería más probable encontrarlas.

Y así, rema, rema, rema que rema, entre historias y preguntas, el cantar de los insectos y las aves, primero el crepúsculo y luego la oscuridad de la noche. Después de casi una hora de recorrido cuando ya íbamos a tientas, guiados únicamente por la intuición y la experiencia de Simón, remador y capitán de la embarcación, se dejaron ver las primeras luces parpadeantes entre las ramas de los árboles, tímidas, aisladas, más como zánganos solitarios y menos como una comunidad abundante, pero ahí estaban, tan brillantes que se veían a metros de distancia en la oscuridad. Poco a poco aparecieron más, algunas con un pulso de luz más veloz y otras con uno más lento, bellas como ellas solas. No tuvimos suerte de verlas en gran cantidad, más bien fueron pocas, sin embargo se dejaron ver, como estrellas vagabundas que hubieran decidido darse una noche de paseo entre nosotros los mortales.

Perdí la noción del tiempo. Llegamos a un punto donde la corriente era demasiado fuerte para seguir adelante y nuestro capitán decidió que era buen momento para regresar, así que dimos la vuelta. De un momento a otro la claridad de la noche se perdió en una espesa niebla que no supimos de dónde llegó, y empezó a llover.

Parecía que navegábamos sin rumbo, pero Simón tenía una determinación inquebrantable y no perdía el ritmo ni un momento a pesar del esfuerzo que implica remar. Los demás estábamos en silencio absoluto para no robarle la concentración, solamente se escuchaba el agua caer en el agua. Así también de pronto empezaron los rayos y los truenos, y con ellos el recordatorio de lo pequeños y frágiles que somos ante la fuerza de la naturaleza.

Se dice que nuestros ancestros nahuas creían que las personas que morían ahogadas o fulminadas por rayos iban al Tlalocan, el Recinto de Tláloc, “donde siempre había maizales verdes y flores frescas y olorosas”. Bien podríamos haber estado remando ya hacia ese lugar celestial sin darnos cuenta, ¿cómo saberlo? En lo personal, me entregué a la circunstancia, un capitán con determinación y un grupo de valientes da tranquilidad, y yo me entregué al destino. La niebla no cedía ni la lluvia tampoco pero en un punto del recorrido vimos una luz parpadeante en el agua cerca de la embarcación y nos acercamos para examinarla. Era una luciérnaga. La recogimos para evitar que se ahogara y la mantuvimos cerca en todo momento entre el asombro y la admiración. Brillaba entre nuestras manos.

Casi pudimos olvidarnos de los rayos y los truenos. Era como si el mismísimo Tláloc nos la hubiera enviado para alumbrar nuestro camino de vuelta y no perder el rumbo. No sé cuánto tiempo pasó, pero después de varios kilómetros más vimos a lo lejos las luces artificiales del puerto donde nos habíamos embarcado al principio, a un lado de la cortina de la presa. La incertidumbre quedó atrás. Y fue así como regresamos a tierra firme, en este plano, con el corazón contento de una aventura más, una vivencia mágica que quedará por siempre en la memoria. Y el Tlalocan pues… tendrá que esperar para otra ocasión.

G.O.R.                                                                                                                         
Agosto, 2024
Gracias a nuestra guía Ale por llevarnos a través de esta increíble experiencia, a Alicia por la voluntad y el poder de manifestarlo, y a Luisita, Carmelita, Vale, Pepe y Dalia por compartirla.

DE PRINCIPIO A FIN: LUCIÉRNAGAS Y LO NO PLANEADO

ALICIA RODRÍGUEZ

Comenzamos la aventura el domingo 11 de agosto, temprano, a las nueve de la mañana partimos hacia Puebla, ya con la tranquilidad de que la carretera no estaría bloqueada. Nuestro heterogéneo grupo, formado por ocho personas, incluyendo a nuestra extraordinaria guía, se compuso de: una septuagenaria, dos sexagenarias, cuatro treintagenari@s y una gran pequeña de 8 años.

El motivo del paseo era visitar un lugar único, desde el agua, en el que pudiéramos ver luciérnagas. Las luciérnagas, o bichos de luz, ya que es la luz que emiten lo que hace atractivos a estos insectos, las recuerdo con mucho cariño porque en mi infancia las veía cuando Íbamos a visitar, en verano, al abuelo Ismael. La luz la utilizan sólo los machos, como mecanismo para atraer a las hembras pero también para defenderse. Viven en las orillas de los ríos o en áreas húmedas. Cada vez son más escasas, debido principalmente a los cambios climáticos. Así, por eso ahora, según explicación de los lugareños, en la presa de La Soledad, –también conocida como la presa de Mazatepec, ubicada en el cauce del Río Apulco, en el municipio de Tlatlauquitepec– aunque encontramos luciérnagas, hubo pocas, primero porque la temporada fue muy calurosa y segundo porque la tarde-noche estuvo copada de lluvia, relámpagos y truenos. A pesar de esto la experiencia fue increíble, la lancha, rústica, es sólo para cinco personas. A mis amigas entrañables, Luisita y Maricarmen y a mi, con otras dos personas que no conocemos, nos tocó ir en la misma lancha.

El guía aún bastante inexperto, a su vez fue guiado por el guía que condujo a la otras parte del grupo. Estuvimos en la presa poco más de una hora, con gran entusiasmo al principio pero con un poco de miedo al comenzar la lluvia intensa, acompañada de relámpagos y truenos.

Afortunadamente el retorno fue feliz. No sé cuanto recorrimos pero se me hizo mucho. Emprendimos el regreso gracias a que el guía de los demás miembros de esta aventura le pidió a nuestro guía que ya había que regresar porque la corriente se estaba intensificando; a poco de emprender el regreso empezó la tormenta una de ellas tuvo que sacar el agua de la lancha porque si no el guía, que también es el remero, no podía hacer ambas actividades. Así que eso nos distrajo de la tormenta, y del estancamiento leve que tuvimos al quedarnos atorados en un tronco. El regreso fue muy afortunado, gracias a Dios. El regreso a Tlatlauquitepec fue muy entretenido porque nuestra pequeña viajera nos mantuvo ocupados con juegos en los que todos participamos.

A los setenta años, mi ahora tiene más que ver con el pasado que con el futuro. Por eso, cuando comparto actividades, de trabajo o recreación, me posiciono en situaciones de confortabilidad y gozo. La serenidad que da tener setenta años y el poder compartirla con el entusiasmo de chicos y chicas, es como un juego muy divertido. Gracias a todos y todas por su ánimo y cariño. Les amo. Alicia

Alicia Rodríguez                                                                                                                      
Agosto, 2024

LUCIÉRNAGA

LUISITA

Se enciende, cuando roza el verano la pradera                                                                                                cuesta mucho creer, que no haya sido lluvia                                                                                                             de algún astro, de un cielo bondadoso                                                                                                                 pero es brote de tierra, breve brote de fósforo                                                                                                     en la sombra, al borde del camino                                                                                                                       como para alumbrarlo, con toda la humildad, sin candelabro.

Flor de suelo sin alas de ambición compañera de hierbas, felices pero tan presencia fluorescente es migaja de sol equivocado de ciegad en la noche como una hierba más, pero encendida

Blanda y reptil invitas a mirar el suelo
Que alimenta tu luz y nuestros ojos
No eres polvo de estrella sino flor de raíces
Lento andar, frágil piel luminosa
cuando duermen los pájaros y el agua.


-Juanjo Maillo

«El mundo es un libro y aquellos que no viajan, sólo leen la primera página». Dijo San Agustín. ¡Nuestro viaje fue luminoso!

Disfrutamos tantas cosas, el pan alrededor de una mesa, la platica , las risas, los deliciosos tlatoyos, el chocolate con agua tomándose en compañía, la vegetación exuberante casi increíble de Tlatlauquitepec, el titilar de las luciérnagas en su noche de amor y de nueva vida allá muy arriba en las alta copas de los árboles, confundiéndose con las estrellas en el cielo, allí en la impresionante presa de la Soledad.

Aprendimos tanto, a escuchar al otro, a escuchar la lluvia torrencial, los rayos, la tormenta, a ser humildes, a comprender la fuerza inmensa de lo superior en todos los sentidos.

En el intento de ver tantos caminos en Huamantla, hechos de flores, semillas y arena escuchamos otras voces, estrechamos otras manos, tocamos otros tejidos, queremos entender otras luchas y otras voces, otras vidas.

Fue enriquecedor la unión que nos dio Ali, el camino que nos enseño de Ale, nuestra guía, la sensibilidad de Guillermo, la lucha de Dalia, el ejemplo de amor de Pepe, la cercanía y la risa de Carmelita, las enseñanzas de Vale, gracias a todos, gracias a nuestra gente y nuestros caminos llenos de luz y enseñanzas. Gracias Infinitas: Luisa

Luisa                                                                                                                      
Agosto, 2024

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