Localizado a tan sólo 2 horas de la Ciudad de México, Valle de Bravo es el destino perfecto para una escapada de fin de semana. Y aquí, te cuento mi experiencia de dos días una noche, como amante de la naturaleza y el descubrir nuevos lugares.
Después de hacer check-in en nuestra cabaña a las 4 de la tarde, nos dirigimos al centro histórico de Valle de Bravo, en busca de una buena cena y unos tragos coquetos. Así que descubrimos el Rincón Suizo, que como su nombre lo indica, su especialidad es el fondue. Muy amablemente, el dueño del lugar nos recibió desde la entrada, quien inmediatamente nos sugirió la vista en la terraza. Para acompañar la tarde de queso, pedimos una jarra de clericot, muy bien servida, por cierto. Y ya entrados en la gula, disfrutando de la fresca lluvia, pedimos el strudel de manzana con un capuccino para equilibrar la dulzura. ¡Vaya! pero qué suerte la mía, al encontrar tan afamado postre.
El servicio que te ofrecen y la calidad de la comida con la panorámica hacia la presa, vale sin duda, una visita a este restaurante.
Pero en Valle de Bravo, la lluvia no es más que un motivo para hospedarse en alguna cabaña rústica, a las afueras del poblado en medio del bosque. Es por ello la elección de Rancho Las Joyas, que cuenta con servicio de alberca y temazcal, además de que las habitaciones están equipadas con chimenea y hasta con tina. Pero has de saber, que este lugar, es para los viajeros en busca de aventuras, sin necesidad de lujos o grandes expectativas, ya que al regresar nos topamos con que no había electricidad, por lo que nos prestaron unas velas para pasar la noche.
Rancho las joyas es “pet friendly” y aceptan a tu mascota canina por una módica tarifa de $150. Pero lo que más me gustó, fue escuchar por la mañana el gorjeo de otra especie; la golondrina tijereta.
La mañana no se hizo esperar mucho para sacar los binoculares y caminar por el rancho en busca de algunas aves. Desde la llegada al rancho, noté que había un ocote, pero diferente a los demás. Me había llamado la atención su altura y el grosor de su tronco, algo inusual para este tipo de pino. Cuando de repente, vimos que varios pájaros blanco y negro, entraban y salían de él. Pero si son ¡pájaros carpinteros! No llevaba mi lente para tomar fotografías, pero sí mis dos ojos para disfrutarlos y grabarlos en mi mente, junto con su toc toc trabajador.
Como el desayuno se servía hasta las 10, aprovechamos el tiempo para ir a conocer otro de los atractivos en Valle; la Peña. Es conveniente llevar tu propio carro para subir hasta el mirador, donde encontrarás un pequeño estacionamiento, de lo contrario tendrás que subir en taxi o a pie.
Este majestuoso macizo rocoso, formado de piedra caliza, esta ubicado al poniente del centro histórico, y fue cuna de los Matlatzincas entre los años 1280 y 1320, fundando de esta manera el antiguo pueblo de Temascaltepec, bautizado con este nombre por los aztecas, debido a que en el lugar se encontraron varios temazcales como parte de un centro ceremonial de suma importancia.
Entre las formaciones rocosas tendrás una vista inigualable de la presa, y mejor aún, podrás dimensionar el tamaño de esta. Seguramente te preguntarás, cómo habrá sido el pueblo prehispánico y colonial, que ahora se encuentra hundido y fue olvidado por la creciente construcción. Ya que, si no sabías, la presa fue creada hasta 1947 como parte del Sistema Hidroeléctrico “Miguel Alemán” de la Región Hidrológica, Río Balsas.
El hambre no podía esperar más, después de unas cuantas fotos, merecíamos un desayuno energizante. Lo que nos llevó a encontrar “La Batucada”. Un hotel en el centro, de Valle, que además abre las puertas de su restaurante para desayunos y comidas. ¡Pero qué amables son todos acá! Nuevamente el servicio al cliente me dejó sorprendida, cuando la persona encargada del lugar visitaba a sus comensales.
Cafecito para continuar el día, acompañado de una rebanada de pan de plátano, cortesía de la casa, junto con mermeladas y mantequilla artesanal. Y como plato principal, me fui por los huevos Xochimilco, pochados sobre unos sopes con papa, chorizo y una salsa exquisita. Ampliamente recomendado desayunar en este patio estilo colonial, rodeado de tejas y macetas acogedoras.
Era hora de entrar a la catedral, conocer el mercado, y caminar un poco por el zócalo para darse cuenta de que sin duda, Valle de Bravo es otro de los pueblos mágicos de México. Y que la lista de cosas por hacer quedaba pendiente para otra futura visita. El regreso hacia la Ciudad de México estaba programado a medio día, no sin antes desviarnos un poquito para conocer el sitio arqueológico llamado Calixtlahuaca “el lugar de casas en la llanura”.
Un sitio arqueológico bastante interesante, diría yo. No sólo por su basamento a Ehecatl-Quetzalcoatl, sino por cómo sin barda o reja, es de fácil acceso para los habitantes locales y turistas. Pareciera que el pueblo ha crecido rápidamente hacia el cerro, y ahora las estructuras son parte de la colonia, y la vida cotidiana de los transeúntes. Primero visitamos el museo de sitio con algunas figurillas y mamparas de información. Que fueron de mucha ayuda, ya que de lo contrario no hubiéramos recorrido todo el sitio, rodeado de campos de cultivo, árboles de capulín y magueyes frondosos, seguro que por acá les gusta el pulque, aunque los ladridos de los perros impidieron que nos acercáramos mucho a ellos.
No dejes de caminar, porque las estructuras piramidales están dispersas cuesta arriba hacia el cerro. Hay pocos visitantes, y aunque el sitio es poco promocionado, créeme, vale la pena conocerlo.
Ale Rots
Vivencias México
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